Cuando hace unos años la Archicofradía de la Vera Cruz y María Santísima de los Remedios invirtió parte del dinero que entre todos los hermanos de la misma conseguimos para su financiación en algunos libros antiguos que aparecieron después de unas, casi tortuosas circunstancias, todos recuperamos parte de nuestra historia y entre esa historia aparecen pequeñas historias como la que hoy traemos a nuestras páginas, una historia, que transcrita tal cual, nos da una idea de un día concreto de nuestra ciudad, un Viernes Santo, el de 1781:
“En día trece de abril de este año de mil setecientos ochenta y un, día en que nuestra Santa Madre Iglesia celebra la pasión y muerte de Nuestro Redentor Jesucristo por ser Viernes Santo después de acabada la procesión de Ntro. padre Jesús Nazareno y los Divinos Oficios de aquel día que se hacen en la santa Yglesia Mayor Parroquial de esta villa y conventos, por el Sr. Don Antonio Bogues y Acevedo presbítero de la Yglesia de esta Villa so impetro licencia del Señor Vicario de esta referida villa para celebrar en este expresado día e Yglesia las tres horas que su Majestad estuvo enclavado en la Cruz y para este fin se trajo el santísimo Cristo de la Sangre que es de la Iglesia del señor san Juan Bautista y se venera en su santuario y puesto en el Altar Mayor con la decencia debida y con sus velas encendidas y principiadas las tres divinas horas a las doce del día con el aparato regular y fúnebre, subido a predicar dicho señor don Antonio y de ratos a ratos respondía la música de esta Yglesia Parroquial con sus cantadas, hasta que el reloj de esta villa
dio las tres de la tarde que se concluyó este acto; como se puede considerar de sollozos y lagrimas de todos los asistentes ya que fue innumerable concurso el que concurrió pues estaba toda la Yglesia y cementerio ¿? Lleno.
Y para los efectos útiles y que en todo tiempo conste pongo esta nota que firmé con el presente notario de lo cual doy fe.
Joaquín de Luque y Hariza”
Como hemos podido apreciar una nota o certificación que nos aproxima a la actitud religiosa de los egabrenses de aquel tiempo.
José Joaquín Marín Henares
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